Yacía sola en la calle, con el vientre hinchado por el peso de sus cachorros por nacer. Ella era una perra callejera, acostumbrada a las penurias de la vida en la calle, pero esto era diferente. Estaba embarazada y no podía moverse. Ella gritó de dolor, esperando que alguien la escuchara y acudiera en su ayuda.
Afortunadamente, sus oraciones fueron contestadas. Una persona de buen corazón la vio tirada allí y pidió ayuda. A los pocos minutos llegó al lugar un equipo de rescatistas. La metieron suavemente en una caja y la llevaron a un refugio cercano.
En el refugio los veterinarios la examinaron y confirmaron que estaba embarazada. Le brindaron la atención que necesitaba y se aseguraron de que estuviera cómoda. Le dieron una cama cálida, mucha comida y amor y atención por parte del personal.
Con el paso de los días su estado mejoró. Se volvió más fuerte y más segura, sabiendo que estaba a salvo y cuidada. Y cuando llegó el momento, dio a luz a una camada de cachorros hermosos y sanos.
Gracias a las personas atentas que la rescataron, ella y sus cachorros pudieron vivir una vida feliz. Y aunque nunca olvidó las dificultades de su pasado, sabía que había personas buenas en el mundo que siempre estarían ahí para ayudar a los necesitados.
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