En las afueras de la ciudad, en un vertedero, vivía Pink, una cachorrita pequeña y desaliñada. No tenía hogar, familia ni nadie que se preocupara por ella. Pasaba sus días rebuscando comida y refugio, esquivando animales peligrosos y enfrentándose al clima implacable. Pink estaba terriblemente triste y sola.
Un día, un grupo de rescatistas de animales llegó al vertedero en busca de animales abandonados. Se enteraron de la cachorrita sin hogar y decidieron intentar encontrarla. Fue una búsqueda difícil, ya que el vertedero era vasto y peligroso, pero persistieron. Finalmente, después de más de dos horas de búsqueda, avistaron a Pink en un montón de basura.
Estaba gravemente deprimida y enferma, y los miró con ojos desesperados. Pink no pensaba que la salvarían; había perdido toda esperanza. Nunca creyó que fuera posible. Los rescatistas se acercaron a Pink lentamente, hablándole suavemente y ofreciéndole comida. A pesar de haber sido desconfiada muchas veces, esta vez sintió algo en su tono. Era genuino, cariñoso, y lentamente comenzó a confiar en ellos. Después de un poco de persuasión, Pink permitió que los rescatistas la levantaran y la llevaran a un veterinario para su examen.
El veterinario descubrió que Pink sufría de desnutrición, deshidratación y anemia. Estaba gravemente deprimida, y parecía que se había dado por vencida en la vida. Los rescatistas llevaron a Pink bajo su cuidado y la cuidaron hasta que se recuperó. Le dieron una cama cálida, comida nutritiva y mucho amor y atención. Tomó un tiempo, pero Pink comenzó lentamente a sanar.
Comenzó a mover la cola, a jugar con juguetes y a interactuar con otros animales rescatados. Con el tiempo, Pink encontró un hogar amoroso con una familia amable que la adoraba. Tenía una cama cálida, abundante comida y mucho amor. Era un miembro feliz y querido de la familia, y sabía que era amada.